Crear personajes según Sigmund Freud

Si estás aquí, es porque te interesa algunos consejos poco tradicionales para crear personajes para tus historias, y da la casualidad que llegaste al sitio adecuado. Hoy hablamos sobre como construir personajes según Sigmund Freud, cuyas investigaciones te pueden ser útiles si necesitas explorar el código moral y actos inconscientes de los mismos, su infancia, su relación con sus padres, y hasta cierto punto cual será su primera atracción amorosa. Pero vayamos por partes.

Freud dividía la personalidad en los siguientes niveles: el consciente, el preconsciente y el inconsciente.

El consciente abarca las sensaciones y experiencias de las cuales tenemos consciencia en un momento determinado. Por ejemplo, al saborear un caramelo, eres consciente de la sensación que te produce el sabor; en una día de sol, eres consciente del calor que recibes de este, como también eres consciente de lo que te estoy hablando al leer esta línea de texto. Si la mente fuese un Iceberg, el consciente sería la punta del mismo, siendo solo una parte pequeña del mismo que apenas abarca las experiencias de ese momento concreto.

El inconsciente es el resto del Iceberg que permanece escondido bajo el agua. Es en donde se ocultan nuestros instintos, miedos y deseos que dirigen nuestra conducta, por medio de fuerzas que no podemos ver ni controlar, y que contienen gran parte de quienes somos ahora.

Entre estos dos niveles, se encuentra el preconsciente. Es el almacén de percepciones, recuerdos y pensamientos que, si bien suelen estar en el inconsciente, somos capaces de traer dicha información a la consciencia. Por ejemplo, que has comido el día de ayer, de que color es el cielo, o cual es el nombre de tu madre y padre.

A los niveles de la personalidad se le agregan las estructuras básicas de la misma: el Ello (Id), el Yo (Ego) y el Superyó (Superego) (las cuales he explicado en un blog anterior, aunque de manera algo superficial).

—El Ello (Id): Imagina a un personaje cualquiera que se encuentra en un dilema moral, y en sus hombros aparecen dos copias del mismo personaje, pero uno es un ángel y el otro un demonio. El demonio representaría al Ello, estructura que corresponde a los instintos que se encuentran en el inconsciente, los cuales son la principal fuerza que motiva nuestra conducta. El Ello nos hace actuar para obtener placer, y evitar el dolor, y al siempre querer que sus necesidades sean cubiertas de forma inmediata, no tolera que hayan obstáculos en la gratificación de las mismas. No entiende el concepto de lógica o moral, y hará lo posible para obtener lo que quiere, ignorando si eso le traerá problemas o pueda dañar a otros para obtenerlo.

—El Superyó (Superego): Representado por la versión angelical, es la parte moral de la personalidad. Corresponden a las conductas que son consideradas buenas o malas según lo establecido por sus padres, que mas adelante son asimiladas para vivir en sociedad. El Superyó está compuesto por dos partes: la consciencia (las conductas por las cuales recibe un castigo, y debe evitar), y el yo ideal (que son el conjunto de conductas que son aceptadas y hasta elogiadas).

Una vez interiorizado el código moral, el Superyó es similar al Ello, respecto a la intensidad e irracionalidad de seguir sus principios, solo que mientras el Ello busca el placer, el Superyó busca la perfección moral. Los conflictos entre estas dos estructuras son frecuentes, al obstaculizar lo que el otro busca, y es en estos conflictos donde se origina la mayor parte del daño a la salud mental.

Freud consideraba que si cualquiera de estos dos lograse imponerse sobre el otro, traería como resultado una personalidad disfuncional. Si el Ello predomina sobre el Superyó, traería como consecuencia una personalidad psicótica, que solo piensa en satisfacer sus deseos personales, ignorando las necesidades de otros, e incluso representando una amenaza para los mismos, priorizando sus necesidades sobre las de los demás.

En cambio, si el Superyó predomina sobre el Ello, resultaría en una personalidad neurótica, que sigue de manera tan firme un código moral, que es capaz de hacerse daño con tal de cumplir dicho código. Cabe destacar que los instintos de supervivencia forman parte de el Ello, por lo que una personalidad neurótica carece de la capacidad de defenderse por su propia cuenta ante amenazas externas, y le costará más adaptarse a nuevas situaciones, incluso si su vida dependiera de ello. Es por esto mismo que hay un tercer componente en este sistema:

—El Yo (Ego): representa la parte consciente de la estructura de la personalidad. Hace de mediador entre la realidad y las exigencias del Ello y el Superyó, posponiendo las necesidades del Ello para gratificarlas en un contexto aceptable para el Superyó. En resumen, es quien intenta mantener el equilibrio entre las necesidades y exigencias de las otras dos estructuras, para así conservar su propia vida sin que eso signifique la imposibilidad de vivir en sociedad.

Por supuesto, el equilibrio perfecto no existe, por lo que es inevitable que una persona muestre tendencia a dos de estas fuerzas sobre la otra. Hay un blog donde explica mas a fondo como aprovechar esta estructura, realizado por la maravilla de persona que es Alister Mairon (¡Notice me, Sempai!)

Si bien los impulsos del Ello son los mismos para todo el mundo, la naturaleza del Yo y el Superyó varían en cada persona, ya que estas se originan en las relaciones entre el infante, y los objetos y personas de su entorno, especialmente los padres. El niño buscaría gratificar las necesidades del Ello, mientras que sus padres le imponen normas con las cuales regular su conducta en un entorno social, dando origen al código moral que representa el Superyó.

Freud consideraba que la infancia era un punto clave en el desarrollo de la personalidad, ya que se puede ver la personalidad adulta del niño prácticamente formada a sus 5 años de edad. Mientras esto ocurre, Freud notaba que el infante pasaba por varios conflictos sexuales que giran alrededor de sus zonas erógenas, dando origen a lo que Freud denominaría como «Etapas psicosexuales del desarrollo», cada una girando alrededor de una zona erógena concreta. El como se atraviese las etapas se reflejará en la personalidad adulta del niño.

(NOTA: Cabe aclarar que la definición que tenía Freud de «sexual» no es tan limitada como la que podríamos tener. Freud utiliza el término para referirse a los estímulos placenteros en general, sea el placer que siente al comer, o cuando otra persona te rasca la espalda).

Si se supera satisfactoriamente cada etapa, el niño crecería como un adulto equilibrado y funcional. Sin embargo, existe la posibilidad de que el infante no tenga éxito en una etapa psicosexual, ya sea porque no ha podido superar la etapa actual debido a que sus necesidades no fueron debidamente cubiertas, o porque sus progenitores fueron demasiado indulgentes hasta el punto de que el niño no quiera avanzar a la siguiente etapa. Cuando alguno de los dos casos ocurre, se considera que la persona tiene una «fijación» en dicha etapa, dificultando el desarrollo de las etapas siguientes, y siendo el principal origen de la mayoría de las conductas disfuncionales de la persona adulta.

Las etapas psicosexuales se dividen en:

—Etapa oral: Desde el nacimiento hasta inicios del segundo año de vida, la principal fuente de placer del infante es por medio de la boca, con acciones como succionar, morder o diglutir. Debido a su estado de indefensión y dependencia, sus necesidades son satisfechas por la madre la cual, al ser su primer contacto con el mundo externo, desarrolla un fuerte apego a esta, y según la relación con la madre, el infante aprende a percibir el mundo como bueno o malo, seguro o peligroso.

Una fijación en esta etapa, en el caso de que el niño haya sido consentido demasiado, resulta en un adulto ingenuo, con exceso de confianza y dependencia de otras personas para satisfacer sus necesidades; en caso de que sus necesidades no se hayan cubierto adecuadamente, resulta en un adulto pesimista, excesivamente agresivo, con tendencia a sentir envidia y a manipular a otros. Esta etapa termina con el destete, aunque puede perdurar si hay fijación.

(¿Hasta aquí todo bien?. Bueno, ahora se pondrá incómodo)

—Etapa anal: En algún punto entre el primer año de vida y los 3 años de edad, los padres empiezan a entrenar al niño respecto al control de esfínteres. El acto instintivo de defecar genera placer en el infante, y el hecho de que los padres le impongan reglas sobre cuando y donde puede hacerlo genera el conflicto alrededor del cual gira esta etapa: aprender a posponer un placer que antes podía conseguir inmediatamente. Si el adiestramiento del control de esfínteres no sale bien, sea porque al niño le cuesta aprender a controlarlos, o los padres son demasiado exigentes con lo que le piden, puede ocurrir uno de dos escenarios:

1) El niño defeca en momentos y sitios que los padres no quieren, retando así su intento de regularle. Si el niño descubre que de esta forma puede reducir su frustración y lo hace con frecuencia, en su adultez reflejará una serie de conductas crueles, destructivas y berrinchudas, probablemente desordenada y que percibirá a otras personas como objetos que puede manipular.

O 2) Ante la frustración del adiestramiento, el niño podría recurrir a la retención de las heces (lo cual puede generar cierto placer, debido a la saturación del intestino grueso). Si el niño se percata que sus padres le dan mas atención por eso (porque les preocupa que no haya defecado en días), entonces habrá descubierto una forma de asegurar la atención y el afecto de sus progenitores, originando a largo plazo un adulto rígido, avaro y acumulador, debido a que su sentimiento de seguridad depende de todo lo que posea y haya ahorrado, además del orden que tenga sobre sus pertenencias y otros aspectos en su vida.

(¿Te pareció incómodo? Pues se pondrá peor)

—Etapa fálica: Entre los 4 y 5 años de edad, aparece un nuevo conflicto entre los instintos del Ello, y las exigencias de la sociedad, reflejado en las expectativas de los padres. En esta etapa, los infantes muestran interés tanto por sus propios genitales, como por los genitales de sus compañeros de juego. El placer de la zona genital no se limita a conductas masturbatorias, sino también por medio de fantasías. El infante siente curiosidad sobre como nacen los bebés, el porque los niños tienen pene y las niñas no, expresan que quiere casarse con alguien del sexo opuesto, o jugar a «la casita», interpretando el papel de uno de sus progenitores (y asumiendo roles de género en el proceso).

Esta es una de las etapas mas complicadas de superar, tanto por la represión hacia conductas masturbatorias de parte de los padres, como a los deseos incestuosos hacia uno de ellos (mas adelante profundizamos en esto). El conflicto en esta etapa es probablemente el mas intenso, cuyos efectos son las principales fuerzas del inconsciente del adulto, y una fijación en esta etapa resultaría en dificultades al relacionarse con el sexo opuesto. Una vez termina esta etapa, poco y nada se recuerda de la misma.

—Etapa de latencia: Desde los 5 años hasta la pubertad, los instintos del Ello que tanto conflicto presentaban contra las normas de la sociedad, solo «duermen», por expresarlo de alguna forma. Durante este período, al no haber tanta resistencia por parte de los instintos del Ello, se vuelve mas fácil para el infante asimilar las normas de la sociedad, y cumplir las expectativas de los padres, fomentando un código de conducta que conformaría al Superyó del niño. Los instintos sexuales siguen latentes, pero ahora son sublimados en actividades escolares, deportes, aficiones y en cultivar amistades con compañeros del mismo sexo.

—Etapa genital: Esta es la última etapa psicosexual del desarrollo, la cual abarca desde el inicio de la pubertad hasta la edad adulta. De todas las etapas, esta es la la que presenta el conflicto de menor intensidad, y dependiendo de como se hayan atravesado las etapas anteriores, aquí se empieza a ver los reflejos de dichas etapas.

Los instintos sexuales que estaban «dormidos» durante la etapa de latencia vuelven a activarse en la vida del joven, con la misma o mayor intensidad que en etapas anteriores, pero para entonces ya habrá asimilado la mayor parte de las normas de conducta cuando sus instintos estaban latentes, y podrá liberar esa energía sexual (o al menos parte de ella) a través de actividades socialmente aceptables. Aquí es donde aparece la necesidad de tener relaciones sexuales con otra persona (si, lo que entendemos popularmente como «sexo»), pero la gratificación de esta necesidad se obtiene a través del trabajo y el amor. Esta etapa puede ser mas fácil o no, dependiendo de si hubo fijación en alguna etapa previa.

(Ahora que terminamos de explicar las etapas, terminemos de profundizar la etapa fálica)

El conflicto principal de la etapa fálica gira alrededor del deseo hacia el progenitor del sexo opuesto, fenómeno al que Freud denominaría «complejo de Edipo»

En varones, el complejo de Edipo ocurre porque el niño ve a la madre como el objeto de su deseo (al fin y al cabo, es de ella quien recibe mayor sensación de seguridad y afecto), y hace lo posible para mantener su atención hacia él. Sin embargo, también está el padre, quien tiene una relación especial con la madre en la cual el niño no tiene cabida, provocando que el niño sienta celos de su padre, y lo vea como su rival para conseguir el afecto de la madre. A pesar de esto, el niño no puede solo deshacerse del padre, por temor a que este pueda vengarse en su contra y pueda castrar sus genitales, principal fuente de placer del niño. Lo del miedo a la castración viene por las amenazas de los padres al reprimir sus conductas masturbatorias, y el descubrir que las niñas no tienen pene puede fomentar ese miedo.

Volviendo al tema, al ver que no puede hacer nada contra su padre, decide empezar a imitar sus peculiaridades y conductas, para así ser tan apto como su padre del amor de su madre. En el proceso, esto le hace ganarse el aprecio de la madre, pero también del propio padre, siendo esto último una nueva fuente de placer para el niño, fomentando que este se esfuerce mas en imitar a su padre.

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En las hembras, el complejo de Edipo es algo diferente. Según Freud, las niñas también ven a la madre como objeto de deseo, pero descubrir que ha nacido sin pene hace que ese amor se vea reducido, ya que culpa a la madre de no haberle dado uno. Esto hace que la niña empiece a prestarle mas atención al padre, pues este posee dicho órgano sexual (¿PERO QUE M…?). Sin embargo, el padre tiene una relación especial con la madre que excluye a la niña, por lo que esta última ve a la madre como rival en la búsqueda de la atención del padre. De la misma forma que en el caso del varón, imita a la madre para llamar la atención del padre, encuentra satisfacción al recibir elogios de la misma, y empieza a asumir su respectivo rol de género.

He mencionado con anterioridad que la etapa fálica tiene grandes consecuencias en la personalidad adulta: atravesar el complejo de Edipo no solo siembra la semilla del rol de género a asumir en la adultez; en la etapa genital, el joven tendrá una especial atracción sexual hacia una persona que comparta características con su madre, al menos en su primera atracción, y lo mismo ocurre con la joven que tiende a sentir atracción por personas que compartan rasgos de personalidad con su padre. Esto se debe a que en la etapa genital, los jóvenes buscan sentirse amados por otra persona, y su concepción de amor es curiosamente similar al que tenía hacia la madre en el caso del varón, o padre en el caso de la hembra. Y de llegar a tener descendencia, el ahora padre le presta a su hija la misma atención especial que le daba a la madre, pero con la jerarquía de autoridad invertida; y lo mismo con la madre, quien tratará a su hijo varón de una forma similar a como trataba a su padre. Y esto ocurre tanto si los progenitores fueron buenos… como en casos en los que no.

¿»Porque hay una imagen de Gardevoir aquí» preguntas?… No quiero ser yo quien conteste.

Si el padre ha consentido a la niña a través de la comida, ella se sentirá atraída por personas que sepan cocinar. Si la madre ha sido severa en su educación con el niño, pero también ha mostrado compasión cuando este se sentía abrumado, el muchacho se sentirá atraído por alguien que sea disciplinaria, pero compasiva cuando se necesita. Si el padre ha sido controlador con su hija, esta tendrá tendencia a sentir atracción por parejas controladoras. En resumen, según como ha sido el trato por parte del progenitor del sexo opuesto, buscará recibir el mismo trato en una pareja (o al menos hasta que se percate de este fenómeno).

De haber una fijación en la etapa fálica, la persona adulta puede presentar un fuerte narcisismo, y tener dificultades para tener relaciones emocionalmente maduras. Necesitan constante reconocimiento y valoración de sus cualidades únicas y atractivas, sintiéndose inferiores o insuficientes cuando no la consiguen.

Espera… ¿Que ocurre si el niño no ha tenido a sus padres en su infancia?

En estos casos, los sentimientos que el niño normalmente dirigiría a sus progenitores son dirigidos a quien o quienes hagan de sustituto de estas figuras, tanto si son padres adoptivos,  como pueden ser los abuelos, los tíos, un hermano mayor, el encargado de un orfanato, o un grupo de gorilas que aceptan al niño como uno de ellos. Esto ocurre siempre y cuando carezcan de alguna idea de quienes, o como han sido sus progenitores biológicos.

Y ya para terminar: ¿Como me puede ayudar toda esta información?

Si en tu historia no se hace mención de la infancia o de los padres de algún personaje, poco y nada. Pero cuando ocurre, estos son los consejos que te daría Freud al crear personajes:

  • Una vez tengas definida la personalidad que quieras que tenga un personaje, piensa cuidadosamente que ha pasado en su infancia para llegar a desarrollar dicha personalidad. Puedes incluso usarlo como una prefiguración bastante sutil a una futura revelación en la trama, sea del personaje principal o de alguno de sus progenitores.
  • Todos los personajes tienen actos inconscientes, originados de algo que ocurrió en su pasado. Incluso si hablamos de personajes que intentan ser bastante racionales, siempre hay algo que los hace actuar de forma instintiva.
  • Los dilemas morales suelen ser conflictos interesantes cuando sabes como aprovecharlos. Un juez que vela por el bien común podría expresar que puede sacrificar a una persona, si con ello salva a 100 más ¿pero que pasaría si ese sacrificio fuera una persona amada por el juez?
  • Un ladrón podrá dedicarse a robar, pero nunca a quitarle la vida a un inocente. Un muchacho divertirse molestando a su hermano menor, pero ser capaz de dar su vida para protegerlo del peligro. Nadie es completamente bueno ni completamente malo, pero pueden tener una mayor tendencia hacia un lado u otro, y puedes jugar con esos matices para ver en que personajes resultarían.
  • El primer amor de un personaje tiende a parecerse a su madre o padre, por lo que has de prestar atención a las similitudes entre el progenitor deseado por el personaje y su atracción amorosa que tendrá a futuro. No tienen que ser exactamente iguales, pero si compartir varias similitudes con las cuales asociarlos, especialmente en lo que se refiere a patrones relacionados a su concepción de amor.
  • En la adultez, las personas tienden a asemejarse al progenitor de su mismo sexo, a menos que haya una razón que lo impida, como un personaje que siente vergüenza u odio a su padre, o que simplemente tiene una relación distante con este, o busca un ejemplo a seguir en otra parte.

Y esa ha sido la entrada de hoy. Debo aclarar que Freud era bastante determinista con respecto a que la personalidad adulta ya está predestinada por los eventos vividos en la infancia, y aunque es cierto que el pasado tiene una gran influencia en la vida adulta, la personalidad también puede verse afectada por experiencias externas a la crianza, como también puede afectarle las experiencias que reciba en su vida adulta, pero eso será tema para otra ocasión. Esto es mas que nada por si te interesa mostrar esos pequeños detalles que hacen grandes diferencias en una historia.

Espero te haya parecido interesante, puedes dejarme alguna duda que tengas al respecto, y nos vemos en una futura entrada.

 

 

…Acabo de darme cuenta que no he hablado de los mecanismos de defensa… Meh, será en otra ocasión.

2 respuestas a “Crear personajes según Sigmund Freud

  1. Se puede aplicar en algun videojuego de rol, mostrando algunas estadisticas o habilidades sospechosamente similares al de uno de los progenitores. El cielo es el limite para la creatividad.

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